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Malaga Hoy | Jueves, 01 de Enero de 1970, 00:00:00

Ha pasado el tiempo del adosado y del horror a la torre. Todas las ciudades quieren un rascacielos que marque su horizonte. Lo malo es que aquí no tenemos grandes corporaciones para darles nombres

HUBO una mañana de un 11 de septiembre en la que se dijeron –cuando la boca abierta por el horror dejaba articular palabra– que por culpa de estos fanáticos comandados por Mohamed Atta, visitante ocasional de la costa catalana, los rascacielos habían muerto. Es lo que tiene la irracionalidad del momento, porque era dudoso que las grandes corporaciones a partir de entonces empezaran a instalar sus oficinas en casas mata, aunque muchas se fueron a edificios menos ostentosos a la orilla de New Jersey. Aquello duró poco, durante meses algunas de las víctimas dijeron que la zona cero debía quedar desierta, pero enseguida ganó la opción de esa frase hecha: "Los terroristas no podrán amedrentarnos y eso es lo que quieren precisamente, que no construyamos más rascacielos". Ni que decir tiene que en los estudios de Foster y compañía se escuchó un gran suspiro, aunque a todos estos siempre les quedaba Shangai.

De aquel ambiente hemos pasado al furor por tener hitos en cada ciudad que necesariamente tienen que ser rascacielos. Al fin y al cabo, el paisaje de nuestra época está irremediablemente marcado por estas torres y, en los sitios de mar, el horizonte se dibuja muchas veces entre edificios de numerosas plantas. A los que piensen que aquí nos pasamos en los 70, les aconsejaría que echaran un vistazo a revistas de EEUU en las que se anuncian grandes rascacielos en la costa de Florida o en la de Dubai, ciudad en la que tenemos que estar orgullosos de que una compañía malagueña, Airzone, vaya a instalar la climatización del complejo The Palm. Hace unas semanas, Sebastián Sánchez en estas páginas consultaba a varios arquitectos de la ciudad que concluían que Unicaja debería instalar su sede en una de esas torres y criticaban que la principal caja andaluza no tuviera esto entre sus prioridades. Discrepo. Personalmente, me parece un despilfarro que una caja de ahorros prefiera gastarse el dinero en un edificio como la espectacular sede de la General de Granada, obra de Campo Baeza, que en mandar a los mejores alumnos andaluces a estudiar en universidades prestigiosas del extranjero, por ejemplo, en el fomento de la cultura o en ayudas sociales a colectivos de discapacitados, así, por decir lo primero que se me viene a la cabeza. Admito que alguien pueda decirme que es una obra social dotar a la ciudad de un hito estético. Pero, en Granada ha sido Campo Baeza, un arquitecto al que nadie le discute su prestigio y es conocido incluso más arriba de Despeñaperros, pero lo malo de aquí es que vendrían los de siempre y harían lo de siempre. Ya saben, el lema que hace furor en las camisetas en EEUU: "It is what it is". O sea, esto es lo que hay. Echen un vistazo a la web de Campo Baeza, por cierto, y sabrán por qué me he enamorado de algunas casas de Zahora, en Cádiz. Son suyas. Sin balaustradas. Sin frontispicios. Manuel Ramos, el lunes, contaba en las páginas de Andalucía el furor de torres que hay en Andalucía. En El Ejido, está prevista una de 100 metros. Allí, pueden hacer lo que les dé la gana, la verdad, porque es todo tan horroroso que da igual, a lo mejor queda bonito el reflejo de la torre en el mar de plástico. En Los Barrios, dos de 126 metros, las Torres de Hércules. Es lo que pega en ese escenario industrial de chimeneas con las que Franco quiso apestar a los gibraltareños. En Sevilla, irá la más alta, de 150 metros, en el antiguo Pabellón de los Descubrimientos. La torre de Puerto Triana será financiada por las cajas sevillanas. No se han conseguido fusionar, pero para esta operación pueden ir juntas. Y, aquí, las tres torres previstas en la Térmica, de unos 85 metros. Ya puestos, que hagan una y más alta, que al final siempre nos quedamos cortos, en el aeropuerto, en las rondas, en casi todo. Que no parezcan un quiero y no puedo, por favor. En otras ciudades, esos rascacielos son sedes de grandes corporaciones. Aquí, tenemos el ladrillo, así que podríamos centralizar todo el negocio en un rascacielos. En las primeras plantas, los notarios. Luego, oficinas bancarias con sus ofertas hipotecarias. Más arriba, las sedes de las promotoras. Y, finalmente, arriba del todo, en el piso 40, por ejemplo, unos pisos espectaculares para los dueños de todos esos negocios. Eso sí, concurso al menos nacional. Y que no vaya tan lento como el auditorio, que todavía no sabemos las bases del concurso ni el lugar de los cimientos.

Berta gonzalez de la Vega

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