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Jacinto Pellón, polémico gestor de la Expo de Sevilla

El Mundo | Jueves, 01 de Enero de 1970, 00:00:00

Jacinto Pellón, a las puertas de la
Audiencia Nacional, en una foto
de 1998. (Foto: J. Jaén)

MADRID.- Jacinto Pellón Díaz, ex presidente de la Sociedad Estatal Expo 92, nació en 1936 en Cantabria y murió el 9 de mayo, a los 70 años , en Barcelona. Con la consigna de acabar las obras de la Exposición sevillana a tiempo, fue responsable de un desfase presupuestario de decenas de miles de millones de pesetas. Estos días ha acabado la demolición completa del pabellón de los Descubrimientos que iba a ser el reclamo estelar de la Exposición Universal de Sevilla 1992 y que un desgraciado incendio convirtió en un esqueleto sin vida en la isla de la Cartuja.

Aquel 18 de febrero de 1992, Jacinto Pellón era presidente de la Sociedad Estatal Expo 92 y, como tal, fue él quien tomó la decisión de abrir las puertas de la exposición auspiciada por el rey Juan Carlos en su primer viaje a América sin su buque insignia -haciendo honor al lema La era de los descubrimientos-, sobreponiéndose al impacto emocional de sus colaboradores más cercanos que habían invertido tanto esfuerzo y tiempo en aquel edificio. Entonces él se tragó las lágrimas, pero ahora las cenizas aventadas de aquel pabellón maldito se han tragado en medio año las vidas de su arquitecto, -muerto el pasado noviembre, antes de iniciarse su derribo-, de Javier Baviano, que era entonces consejero delegado de la sociedad estatal -en diciembre-, y ahora de quien fuera su presidente. Pellón, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, resuelto y expeditivo llamó a su amigo el pintor Eduardo Arroyo y le encargó unas siluetas de deshollinador con que tapar al público de la muestra universal las más que evidentes señales de aquel incendio devastador. En aquel episodio, Pellón se comportó como se esperaba de él: sin miramientos, sin sentimentalismos, sin contemplaciones. Para eso lo había fichado Felipe González en enero de 1987 siguiendo los consejos de su cuñado Francisco Palomino. González, alarmado por el retraso de las obras del escaparate mundial de la España democrática en la isla de la Cartuja, recurrió a este ingeniero cántabro de Dragados y Construcciones baqueteado en la dirección de decenas de proyectos ingenieriles. Pellón llegó a la Expo 92 con plenos poderes como consejero delegado de la sociedad estatal ungido por González y casi desde el primer día comenzaron los desencuentros con el comisario de la Exposición Universal, el catedrático de Derecho Mercantil Manuel Olivencia, antiguo profesor de González en la Universidad Hispalense. La primera decisión de Pellón fue reveladora: alquiló unas caracolas a su antigua empresa -saltando por encima de suspicacias contractuales- y se instaló a pie de obra en una embarrada isla de la Cartuja para seguir de cerca el progreso de los trabajos. Pellón el albañil, como le conocían en la Oficina del Comisario instalada en el señorial Paseo de la Palmera, se dedicó a levantar la Expo sin mirar a qué precio. La consigna era acabar las obras a tiempo y para la consecución de tal fin contaba con el indesmayable apoyo de Felipe González, quien no dudó en destituir a Olivencia en noviembre de 1990 cuando la tensión entre ambos se hizo insostenible. El profesor Olivencia, escrupuloso con los procedimientos legales, hizo un elegante mutis por el foro y se limitó a insinuar con un punto de maldad que Pellón y su equipo creían que "las auditorías internas eran para el oído interno". < Una vez acabada la Expo -y con una indemnización por despido de 3,5 millones de pesetas que el mismo Pellón se concedió-, un auto del juez Garzón vino a darle la razón a Olivencia. El desfase presupuestario de decenas de miles de millones de pesetas, las comisiones cobradas en oscuras operaciones por el agente exclusivista Telemundi, los pagos desorbitados a constructoras, las contrataciones directas presionadas por el objetivo de abrir el 20 de abril, llevaron a Pellón a subir las escaleras de la Audiencia Nacional. Aquel sumario, que bebía del duro informe del Tribunal de Cuentas sobre la gestión económica, se desvaneció en 2003 cuando el mismo juez le dio carpetazo. El PSOE, que nunca había abandonado a Pellón desde los tiempos del escándalo de la urbanización Costa Doñana -cuando se descubrió que había comprado junto al cuñado de González y al abogado Jesús Bores una parcela con vistas a su recalificación-, le arropó con la concesión de la Medalla de Andalucía. El alcalde de Sevilla, Sánchez Monteseirín, sugirió un homenaje de desagravio de la misma ciudad que lo había nombrado persona non grata que nunca se le llegó a tributar.

Javier Rubio

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