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Adiós a Jacinto Pellón

Diario de Sevilla | Jueves, 01 de Enero de 1970, 00:00:00

El pasado miércoles se ha despedido para siempre de nosotros, de los que le queríamos y seguiremos queriédole, alguien que por encima de todo se caracterizó por una gran humanidad y un amigo que sin hacerse notar estaba ahí, para lo que pudieras necesitar. La mayoría de la prensa que tanto le atacó ha hecho un reconocimiento, sin excesos, de lo que supuso su figura para la Exposición Universal, para Sevilla y para Andalucía. No obstante todavía algún diario ha tenido que corregir el juicio del Tribunal de Cuentas que en 2003, después de 11 años de auditorias sobre los cinco años de gestión, cerró el caso por falta de pruebas acerca de las imputaciones sobre su limpieza. A muchos nos ha resultado penoso, cuando no miserable, que eso haya podido suceder.

La irregularidad que se encontró en esa larga investigación fue haber pagado al personal unas gratificaciones cuya motivación fue la de compensar la carencia de vacaciones o su disfrute fuera del periodo estival, además de las no pocas horas que fueron necesarias durante muchos meses de preparación de la Expo. Sin embargo no se ha evaluado ni valorado para nada lo que habría supuesto de coste si la actuación de Jacinto no hubiera permitido mantener la paz social que, salvo muy pequeños incidentes, se dispuso. El Estado fue el beneficiario de esos esfuerzos y de la calidad de muchísimas gestiones que Pellón lideró en pro de la muestra. La actuación de Jacinto abarcó la ejecución no sólo de las obras, sino también los muy numerosos y distintos servicios de que se hubo de dotar el recinto y la ciudad, y las múltiples actuaciones que dieron vida e hicieron de Expo una auténtica fiesta para los 42 millones de visitas que se recibieron. Jacinto se preocupó y tuteló la ejecución de todo lo que se estaba haciendo en Sevilla y para Sevilla y Andalucía: la ronda de más de 35 kilómetros con más de 10 nuevos puentes sobre los dos cauces del Guadalquivir, la nueva estación de ferrocarril, el soterramiento de la línea de Sevilla hacia Cádiz, la recuperación del cauce del río con la supresión del tapón de Chapina, la eliminación de todas las redes ferroviarias de la estación de Plaza de Armas más la nueva Avenida de Torneo, el nuevo Aeropuerto, el Ave... La Exposición fue una fiesta con sus espectáculos de calle, la cabalgata, el espectáculo del Lago de España que además de servir de base a espectáculos de apertura y clausura de la Expo, aportó los que cada noche contemplamos desde algún restaurante o los paseos de su borde. Pero la Expo no sólo fue una fiesta. Recordemos su importante programa cultural, uno de cuyos elementos más significativos fue el Teatro de la Maestranza, con actuaciones de primerísima calidad y a nivel mundial, abarcó algo más de los seis meses de la muestra y que ahora, vistos con cierta perspectiva, se nos antoja irrepetible. Recordemos la exposición del recinto del Monasterio de La Cartuja sobre Arte y Cultura en 1492, el pabellón de la Navegación, aunque lamentablemente nos vimos privados por un incendio del pabellón de los Descubrimientos. Globalmente el resultado fue la mejor Exposición Universal del siglo XX, reconocido por el Bureau International d'Expositions –BIE–, organismo internacional que regula estos eventos. El único y auténtico premio de los que con Jacinto participamos en este reto es el sentimiento íntimo de haber puesto en pie un gran proyecto, por el que se reconoció a este país la capacidad de organizar un gran evento internacional y cuya herencia no fue baldía como lo atestigua el Parque Tecnológico de la Cartuja, calificado como número uno de todos los parques de este tipo en nuestro país. Nadie ha dudado de la valía, de la categoría, de la calidad, de la excelencia del que fue primer y gran comisario, Manuel Olivencía, que supo como nadie "vender nuestra Expo" mundo a través, y que nos trajo a más de cien países, cuando el récord de las exposiciones universales anteriores estuvo en 70. Nadie dudó nunca de esas capacidades. Nadie ha dudado tampoco de ese otro gran personaje y embajador de nuestro país y de nuestra Expo que acompañó la exitosa gestión anterior y que además fue también un gran comisario: Emilio Cassinello. Nadie lo ha dudado nunca. Si lo anterior es cierto e indudable, que tampoco se dude de la inteligencia, de la honradez, de la habilidad y de la enorme humanidad de ese gran personaje, jefe, compañero y amigo que acabamos de perder, de ese personaje único que con aspecto rudo cual diamante en bruto, hizo posible "la gestión de la ejecución" de nuestra Expo y de todo lo que la acompañó. Muchos papeles se habrán analizado de la Expo pero probablemente se ha investigado poco acerca de la calidad de los procesos aplicados en su gestión. Pudimos haber hecho la Expo con tanto menos esfuerzo como mucha más comodidad, y también con bastante más coste, si como en otras exposiciones, hubiéramos adjudicado las obras o los servicios a media docena de grandes empresas, en vez de a más de 500. Más que las prisas una adecuada planificación permitió la realización de una labor de control seria de la calidad de los proyectos y de su ejecución, evitando sobredimensionamientos que supusieran dilapidar inútilmente ni una sola peseta. Más que las prisas una adecuada planificación, permitió diseñar con ingenio y negociar con tesón los contratos de los numerosos servicios que se desarrollaron durante la fase de preparación y durante el propio evento en sí, en beneficio del erario público. Mencionaremos algunos que perduran tales como el empuje dado al desarrollo del sector hotelero o la creación de la Ciudad Expo que supuso un paso adelante a Mairena del Aljarafe, apoyada en la clara visión de su alcalde. Que nadie dude de ese personaje que probablemente libró a la Expo de posibles problemas y desaciertos y que con muy poco reconocimiento público a su labor, soportó un gran peso y una gran responsabilidad, por la que además debió sufrir durante los cinco años de la preparación y los once posteriores. Pensamos que tamaña injusticia habría sido compensada de alguna manera tras el fallo del Tribunal Supremo pero lamentablemente se tendió una manta de silencio. Todavía algunos teníamos la esperanza de que esta ciudad hicera el merecido reconocimiento a la labor de Jacinto antes de que se nos fuera. No ha sido posible. Nos ha dejado sorpresivamente y demasiado pronto. Adiós, Jacinto. Los que tuvimos el lujo de conocerte algo más que superficialmente, sabemos de tu valor, te admiramos, te queremos y no te olvidaremos.

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