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El silogismo Monteseirín

Diario de Sevilla | Jueves, 01 de Enero de 1970, 00:00:00

UN silogismo es una forma de razonamiento lógico que consta de dos premisas y de una conclusión que necesariamente se deduce de las dos proposiciones anteriores. Este método deductivo de pensamiento fue formulado por Aristóteles y reelaborado por los escolásticos medievales. Un ejemplo clásico de silogismo sería el siguiente: "Todos los perros son carnívoros. Toby es un perro. Toby es carnívoro". Al igual (o quizás no) que aquel personaje de Moliére, que hablaba en prosa sin saberlo, Monteseirín formula silogismos sin proponérselo (o quizás sí) cuando hace declaraciones. El último ha sido sobre la torre de, como mínimo, 150 metros de altura, que ha autorizado en la isla de la Cartuja. El alcalde sólo ha planteado la premisa mayor, ésta: "Los edificios de gran altura son elementos consustanciales a las grandes ciudades". Hay que reconocerle a Monteseirín su habilidad en el lanzamiento del mensaje subliminal que acompaña a su discurso, pues ha conseguido que con la sola formulación de la premisa mayor, los sevillanos infieran por sí mismos tanto la premisa menor como la conclusión.

El silogismo completo del alcalde queda así: "Los edificios de gran altura son elementos consustanciales a las grandes ciudades. Sevilla tendrá en la isla de la Cartuja un rascacielos de entre 150 y 220 metros. Sevilla (bajo mi mandato) será una gran ciudad". Comentamos en su momento, no sin ciertas prevenciones por su impacto visual en el perfil plano de la Cartuja y por su ubicación en el borde del casco antiguo y de Triana, que la torre habría que medirla no por su altura, sino por su arquitectura. Mutatis mutandis, cabe decir lo mismo de Sevilla. Al igual que una golondrina no hace verano, una torre de 150 metros no hace más importante, ni más atractiva ni más moderna una ciudad. Lo verdaderamente importante en una urbe contemporánea es que esté limpia y no sucia; que sea segura para sus habitantes y los turistas en vez de insegura y presa del vandalismo y las botellonas; que sus servicios administrativos sean ágiles y no ralenticen los trámites; que tenga un eficaz sistema de transporte público y no se colapsen sus accesos; que mantenga una atractiva vida cultural y favorezca la investigación y la inversión.... etcétera, etcétera. La grandeza de una ciudad depende de muchas y aparentemente pequeñas cosas que deben funcionar perfectamente y todas a la vez. Un rascacielos es, en todo caso, sólo la guinda del pastel.

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